

Amigos, desde la cumbre de mi destino dirijo palabras para oídos lectores. Palabras que se disponen a servir de confesión para mis pecados explícitos que no determinan, de una forma u otra, el remitente de esta carta. Resulta que, hace unos cuantos días atrás, me sentaba ansioso en mi sillón con huecos, arrebatándome las uñas rápidamente, esperando la furiosa y desenfrenada llegada de mi destino. Éste llegaba lentamente, anticipado, inminente, e inevitable. El destino, con su cara incómoda, veía los árboles como una ráfaga movidiza y desenfocada que servían de testigo para una misión secreta. Pasa que, apenas el destino cruzó mi puerta, la mala vibra se hizo presente, a pesar de ser el fiel representante de su nombre. Despues de ahuyentar (con mucho esfuerzo) la mala vibra, el destino me agarro por una oreja, y como el peor de los niños mas malcriados de Nunca Jamás, me atrajo a este lugar desconocido, con personas indiferentes, andantes con signos de interrogación en las caras, y trajes negros, pulidos de aquella tintorería prestigiosa. Pero disfruto del Sol y las estrellas, de la brisa despeinándome el cabello y acariciándome el cuerpo, poco a poco, cosquillosamente. Hermanos, les mando saludos desde el paraíso, y prometo un reencuentro con los ojos interesados y las mentes ocupadas que me mantienen distraído cada vez más y diviertiéndome, me aguantan los pies para así no caer desapercibido. Nos veremos pronto.
1 Comments:
Espero que realmente no sea el paraíso... ya que quien va a querer retornar de él para un reencuentro en otro lugar?? Aún así se te espera...con muchas ansias!!
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