Mar 29, 2005

A mis oídos

Me he sentado a pensar y murmurarme a mis oídos las miles de cosas en las que podría hablar a continuación, pero estas son canceladas de inmediato por la negligencia de las entendederas que sirven de autopista para mis veloces ideas. A pesar de eso, ya está establecido, y se sabe que los que me conocen y los que no, notan mi evidente cualidad y defecto que es el de ser terco. No perseverante, sino terco. Ése soy yo. Y el mundo, no me guiña el ojo como yo quisiera sino que sigue su dance indiferente a mi déspota sentimiento. Y ahora, a punto de enterrarme en mi sueño de ventiscas y prisionero de los abominables párpados que demandan con gritos y resistencia un reencuentro ya debido entre ellos, me doy cuenta que dejé pasar el tiempo -al menos por hoy- y actué de una manera infantil e improductiva, que mi libertad repentina tras un volante me ha cegado a mis labores como ser emancipado que soy. Pero no dejaré nunca de murmurar (por bajito que sea) todas las verdades que mis oídos pidan a gritos, y creánme que se que existe la posibilidad que sean las bocas las culpables de mi necedad, pero yo me encapricho en los oídos.

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