Apr 14, 2005

Filosofías de carretera

Déjenme contarles como transcurren los últimos sucesos que circulan alrededor de mi eje. Por la mañana lucho contra mis pestañas que se han vuelto más fuertes cada vez. Y así, taciturno y letárgico corren todas las agujas de todos los relojes que ven mi demacrado carruaje azul, dejando un rastro de humo blanco (sin ninguna característica episcopal) y poco a poco, las pestañas se dan por vencidas, el parabrisas se desempaña, y el frío se va de mis venas.
Entre balboseos y números, salen a resaltar las mas insignificantes, las que al final no tienen que ver conmigo. Entre los papeles arrugados y las notas nunca jamás revisadas, cruzamos miradas en el momento más inoportuno y tu mirada arrogante me desanima, y yo desde abajo. Entre la comida y los recreos, ronronea mi motor y salimos para ya no volver, porque no pertenezco a este destino, como dice la canción. En un breve receso de adrenalina, se posan dos moscas a copular junto en frente de mi, en la línea que entrecruzan mis ojos, como lo gozan, y yo con mi coca-cola en la mano, la musica jazzfunk de fondo y la boca sucia; pero como suele pasar, se desvanece como el más duradero de los amores prometidos, pobre mosca ilusa con planes de casamiento y vestido de novia previamente escogido en un catálogo de descuentos para moscas, y el mosco confundido, con anillo en mano, de rodillas, por otro lado, en otra constelación.
El estómago me da alerta de partida, y dejo descansar mi pie en el acelerador para que, como de película, despeina mi pelo al pretender que voy a mas de 20 mph, y voy a conseguir futuro, o por lo menos un pretexto para decir que lo intenté. Mucho papeleo. Mucha bobería. Y al final, una amiga se sienta en su silla imaginaria, se arrecuesta hacia atras, se acomoda, se relaja y me cuenta todo su poco interesante vida -en realidad no me importaba-, y yo asintiendo sin sentido pensando en que bonito el escote y cuando se va a callar. El reloj se marea de tantas vueltas y al final me echa de mi agradable conversación y me manda detras del volante frente con frente con los tres instrumentos que me divierten, me entretienen y me despejan la mente. De manera continua, culmino mi día encima del teclado, devorando palabras que hace poco se me revelaron y me gritaron que como poeta no sirvo, y poco a poco construyo esta extraña onda que anhela llegar a su cima, pero el momento no es justamente el indicado todavía.

2 Comments:

Laudanum said...

me gusta esa parte donde las moscas copulan y todo parece indicar que se casarán... es tan inspirador :)

Alejandro Valdivia said...

Tu carruaje es mas bien verdoso. Está bien, el daltonismo es una condicion predominante en el hombre. Así, a lo macho, yo me hubiera placido en aplastar a las mosquitas, para reencarnar luego (yo) en mosco o en lagarto comemoscas, o en fruta podrida, albergue de moscas o algún otro escenario post-apocaliptico (tampoco tiene que ver con lo episcopal). En fin, te falto por ahí una cabeza de burro (muerto y enmosquecido) en el panorama, una señal más de que el amor y el cruce de los géneros son conductas cegatonas, animales y dignas de ser aplastada con tu latica de coca. No?