Apr 26, 2005

La resistencia

Bang!
Y como un disparo, el despertador cumple su primitiva función. Lo sobrenatural le reprocha segundos más tarde por haber soltado libre al hombre que yacía encadenado en un sueño y ahora se destinaba a destruir el mundo. Después de haberle dado un par de nalgadas al despertador, caras lavadas, ropa que combinase y las manos en los bolsillos, me dispuse a abrir la puerta simplemente siguiendo el orden cronológico de mi dia a dia, sin darme cuenta que el viento, en lo mas débil de su ser, intentaba, a más no poder, bloquearme el paso con su matutina brisa. Estos,y más cómplices se unieron en mi detenida: mi testarudo carro, sin ganas de encender, ni calentar, ni siquiera el simple gesto de intentarlo, ignoro total ante su dueño; un conjunto de avejas madres que me negaban la entrada a la colmena, numeros que suben y bajan infinitamente, como si nunca se cansaran, y las manecillas del reloj encaprichadas en ir hacia la derecha. La batalla no ha terminado, algunos dirián que ni siquiera ha empezado, y yo pienso seguir firme, con los pies en territorio enemigo, alimentandome del basurero mas cercano, prestando atención a qué sera lo que bote Mr. Jones en un par de horas y asi preparar mi menú. Pero la resistencia no se deteniene aqui, sino que llama por refuerzos y se dispone a derribar mi voluntad, cada ladrillo de ella. Camino al cumplimiento de una de mis labores, lo ya desgraciado sobrenatural conjura el poder de las nubes para oscurecerse y soltar sobre mi -sólo sobre mi- el más fuerte torrencial de lluvia que me lava todas las ganas de seguir oponiéndome. Justo en ese instante, levanto mis brazos, estilo hollywood, y le mirando asi arriba suelto un grito espeluznante, de esos que asombran, y el mundo no hizo mas que mirarme con mala cara, de arriba a abajo, y seguir su trayectoria. Desesperado, sin saber que hacer, corro hacia mi rebelde carro, intento varias veces abrirlo hasta que este desiste y accede a mi alojamiento, ahi dejo caer mi pie sobre el acelerador. 60, 70, 80, 90 mph. Le arranco el brazo al carro y me largo de el, dejando un rastro evidente de mi sendero, pero me importa mas lo inmediato. Abro la puerta de mi casa. No. No se abre, la derribo. Mis pies, uno después del otro a suma velocidad, viéndose todo nubloso, veo una luz al final del pasillo, una puerta, una salida, una cama, una silla...

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