Dig

Estuve ahi, formé parte del tumulto. Compré su mercancia y grité sus canciones. De esas canciones que nunca pierden su significado. De esas canciones que se dedican por primera vez todas las veces. Canciones brillantes e infinitas. Fueron sus notas las que me enviajaron desde mis oídos, que me agarraron de los brazos y me elevaron a lo más alto del planeta, desde ahi alcanzaba a escuchar la música, también te veía a ti, del otro lado del mundo, haciendo de las tuyas, yo susurrandote la letra y tu "tapiabas" el pie al ritmo de nuestra canción, tus ojos buscaban la letra entre tu biblioteca mental cubierta de telarañas.
Nada.
Seguiste en tu vida, sin inmutarte ante tal experiencia extrasensorial. Yo me bajaba de mi campo gravitacional aún con la fuerza de la canción en mi alma de la manera más penetrante. La música siguió siendo música, sobrenatural en su esencia. Y yo volví a tocar tierra, de nuevo, y no por última vez.