- La escena es en el coliseo romano, miles de expectadores entretenidos en si mismos. En el medio estoy yo desnudo y al otro extremo el minutero.
No, no... esperen. Se pone bueno.
- Ok, entonces el minutero no se inmuta. La cámara cambia a mi cuerpo desnudo y sudoroso, luego sube hasta enfocar mi cara. Luego una toma de mis manos; estoy moviendo los dedos compulsivamente. En el público están todas las caras y más. Esta ella, la otra. Todo el mundo. Fuera del coliseo, mi vida: celosa con rolos en el pelo, esperándome impaciente con la cena en la mesa.
Ok, listos? (los pocos que quedan)
- La batalla empieza. Corro en pies descalzos hacia el minutero y me lanzo a derrumbarlo, mientras que este desaperece y retrocede. Enfurecido le doy una patada a la piedra más cercana que termina entre las dos cejas de la vida impaciente. En un segundo intento por derrotar al minutero, este me escupe en la cara.
Me limpio la dignidad del rostro y continúo la pelea:
El minutero aún sin moverse.
La audiencia ausente llena de gente vacía.
La vida restregándose la frente.
Yo en una esquina calculando mi siguiente jugada.
De repente, el minutero se mueve: VICTORIA!
Yo confundido, me le acerco de puntillas. Esquivo cuidadosamente mi dignidad que se revuelca en el piso y finalmente llego al minutero. Me acerco cada vez más cerca. Le miro los ojos cerrados. Este lentamente los abre y con nuestras miradas entrelazadas me tira un puñetazo en el ojo derecho que me devuelve a mi lado.
La pelea continúa.
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