Nos reunimos al caer la noche. El Sol se alistaba para ponchar, ansioso por esconderse y ser relevado por su contraparte. La luna entraba a la escena sonriente, saludando a sus compañeros de trabajo como si el mundo debajo de ella no estuviera en ruinas, como si el caos estuviera ausente. Nosotros nos reunimos bajo las faldas de aquel edificio tabaquero, donde el humo se salia por debajo del umbral, por el cerrojo de la puerta y las persianas de las ventanas. El edificio tenía arrugas, nosotros nos dimos nuestro tiempo para acariciarle las quebraduras y sentir su historia. Deslicé mi mano entre los ladrillos imaginándome la vida diaria de los años cincuenta, donde un dia normal estaba conformado por miles de millones de hojas de tabaco y un numero similar de trabajadores sentados en fila, rolando al ritmo de los textos de Ana Karenina recitados por aquel hombre desconocido que sabía decifrar la escritura. Al abrir las puertas del viejo edificio entré en mi mundo. Mundo al que no habia entrado hace años. Mundo al que pertenezco. Mundo que comparte mi dolor y que me extraña al igual que yo a el. Nos sentamos en aquella mesa redonda de sillas impares, rodeados por un salón vacío donde las latas viejas de pintura y los marcos colgando servían de decoración. Era un lugar magico en su inerte estampa. Los espiritus del pasado estaban danzando con el arte del presente y haciendo magia en el proceso. Fue entonces cuando decidimos formular el concepto. Concepto del cual nos hicimos parte, concepto del cual nos invitaron a pasar, y nos dieron la bienvenida con una tazita de café. Nació la idea humilde e inmadura, pero idea al fin. Esta fue explotada y moldeada a más no poder. El brillo volvió a acampar en mis ojos y el propósito llegó tocando a mi puerta. Observaba la magia de los actores al desenvolverse en esta obra de teatro. Los actores que no eran actores, eran personajes en vida. Eran reencarnaciones de lo que una vez fue idea. Nació la manifestación y de ahi surgió el futuro. De ahi una misión por cumplir, un mundo por recorrer. Nos encontrabamos en este edificio abandonado, nosotros y ellos, los personajes en vida. Este trio de actores que despojaban sus vehiculos carnales y abordaban este mundo de fantasía. Este escenario enpolvado que estaba siendo maquillado para el gran dia. Después del éxtasis nos despedimos del edificio con una lágrima en la mejilla, una lágrima que no se limpia para conmemorar lo que ha pasado.
Ahora, el resto del dia...
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